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Rabadán Pintora.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Hablando de Goya...


Saludos a los lectores habituales y una cordial bienvenida a los nuevos lectores.

Hoy me centraré en GOYA. Inicialmente no pretendía realizar una biografía de Goya porque ya existen muchas, y muy buenas, sino que solo quería comentar algunos aspectos de su vida, la de un gran pintor español del siglo XVIII, así como anécdotas, curiosidades, incluso rumores que aún hoy son objeto de estudio. Pero al final he contado eso y más.







Francisco José de Goya y Lucientes, nació en 1746 en Fuendetodos, Zaragoza (España) y murió en 1828 en Burdeos (Francia). Tuvo 8 hijos, pero solo el menor sobrevivió, los demás murieron al nacer o siendo muy niños. Pintor y grabador español, que junto a Velázquez y Picasso representa uno de los grandes pilares del arte de origen español, y el que ejerció mayor influencia en la evolución posterior de la pintura, ya que sus últimas obras se consideran precursoras del impresionismo. Luego veremos porqué.



Autorretrato Francisco de Goya


Un breve resumen bien podría ser el siguiente: en su primera etapa artística (actividad que comenzó a los 13 años como pintor de cartones de tapices), Goya destaca como pintor religioso, un género que practicaría a lo largo de su vida sin cesar. La pintura costumbrista fue habitual en él y posteriormente, gracias a su proximidad con la familia real, llegó a ser Primer Pintor del Rey y Primer Pintor de Cámara, hasta que, a la edad de 47 años, y aquejado de una grave enfermedad que le produce autoescucha de ruidos y pitidos en los oídos, vértigos, disminución de la capacidad auditiva, confusión mental, delirios, alucinaciones... Goya acaba quedándose sordo. Esta circunstancia lo sumiría en una profunda depresión. La sordera le alejó del costumbrismo en el arte y le acercó a una pintura mucho más creativa, original y que acabaría convirtiéndose en una auténtica metamorfosis artística. Y este último aspecto, es el que me interesa destacar.

Pero volvamos de nuevo al inicio. Goya aprendió de su padre el oficio de dorador, pero, decidido a dedicarse a la pintura, se trasladó a Madrid para formarse junto a Francisco Bayeu, pintor muy valorado, con cuya hermana se casó en 1773, año de su establecimiento definitivo en Madrid. Bayeu le proporcionó trabajo en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, donde hasta 1791 Goya fue pintor de cartones de tapices para decorar los aposentos reales.

Simultáneamente, Goya empezó a pintar retratos (a reyes, personajes ilustrados e importantes figuras de la época) y obras religiosas que le dieron un gran prestigio. Su ascenso social y profesional es notable y así, en 1780, es nombrado, por fin, y por unanimidad académico de mérito de la Academia de San Fernando. Con motivo de este acontecimiento pinta un “Cristo Crucificado” (Museo del Prado) de factura ecléctica donde muestra su dominio de la anatomía, la luz dramática y los medios tonos, en un homenaje que recuerda tanto al Cristo de Mengs, como al de Velázquez. Y en 1789 fue nombrado pintor de Cámara por Carlos IV.

En sus cuadros, Goya aplica los ingeniosos toques de luz velazqueños, la perspectiva aérea y un dibujo naturalista, visibles en el retrato de “Carlos III cazador” (1788), cuyo rostro arrugado recuerda el de los hombres maduros del primer Velázquez.



Carlos III el cazador.1788

La vendimia o el otoño. 1786

La Gallina ciega. 1788-1789

En 1792 con 46 años cae enfermo en Madrid, hoy por los avances médicos se sabe que fue por el saturnismo, que se manifestó de forma aguda con dolorosos cólicos abdominales, vértigos, acufenos y sordera, también alteraciones visuales , temblores y paresia del brazo derecho.

El saturnismo es una enfermedad provocada por la intoxicación de derivados del plomo. Derivados que utilizaba, mezclando con el color blanco, para resaltar y hacer brillar, por ejemplo, la medallas que ostentaban casi todos sus retratados. El temible cólico saturnino era en aquella época casi sinónimo de «cólico de los pintores». Recuperado de los cólicos, viaja por dos meses a Andalucía y en 1793 enferma gravemente en Sevilla, causándole una sordera irreversible tal que, como dijo el propio Goya: «no usando de las cifras de la mano no puedo entender cosa alguna», obligándole a aprender el lenguaje de los sordomudos. Una alusión a la posible afectación ocular puede observarse en el “Autorretrato del Museo de Castres” (hacia 1794-1797), donde se representa por única vez con anteojos.



Autorretrato del Museo de Castres (1794-1797)
El aquelarre 1798.

Su vida quedará marcada por la enfermedad de 1792. De hecho, ese mismo año presenta un discurso en la Academia donde expresa sus ideas respecto a la creación artística, que se aleja de los supuestos idealistas y de las preceptivas neoclásicas vigentes en la época de Mengs para afirmar la necesidad de libertad del pintor, que no debe estar sujeta a estrechas reglas. Según sus ideas «la opresión, la obligación servil de hacer estudiar y seguir a todos el mismo camino es un obstáculo para los jóvenes que profesarán un arte tan difícil». Es toda una declaración de principios a favor de la originalidad, de dar curso libre a la invención y un alegato de carácter decididamente prerromántico.

Es en esta etapa, y sobre todo tras su enfermedad, cuando Goya hace lo posible para crear obras ajenas a las obligaciones adquiridas por sus cargos en la corte. Cada vez pintará más obras de pequeño formato en total libertad y se alejará en lo posible de sus compromisos, aduciendo para ello dificultades debidas a su delicada salud. No volverá a pintar cartones para tapices, actividad que le resultaba un empeño ya muy menor, y dimitirá de sus obligaciones académicas como maestro de Pintura de la Academia de San Fernando en 1797 alegando problemas físicos, pero consiguió, a cambio, ser nombrado Académico de Honor.



En 1798 inicia los frescos del a Ermita de San Antonio de la Florida en Madrid, donde realizó una obra de gran impacto escenográfico y que recomiendo visitar.

En 1799, pintó para el soberano, el famoso retrato “La familia de Carlos IV”, que se considera una de sus obras maestras. Es un retrato oficial, formal en apariencia, pero en el que el autor se permite cierta ironía al plasmar a los personajes con un realismo crítico.

   
La familia de Carlos IV. 1799

Goya trabajó como retratista no sólo para la familia real, sino también para la aristocracia madrileña, y de hecho entre estos retratos se encuentran algunas de sus obras más valoradas, como “La condesa de Chinchón” o las famosas “La maja vestida” y “La maja desnuda”; de gran popularidad en parte favorecida por la polémica generada en torno a la identidad de la bella retratada. Robert Hughes, especialista en la obra de Goya, asegura que la duquesa de Alba no fue la mujer que posó en " La maja desnuda " ante los ojos del pintor aragonés. Al contrario de lo que han contado algunos rumores a lo largo de la historia, este experto asegura que el desnudo más famoso de la pintura española corresponde a una joven malagueña amante de Godoy, llamada Pepita Tudó. Ambas fueron pintadas a petición del ministro Godoy, de forma que se superpusiera la una a la otra según la ocasión. “La maja desnuda” a punto estuvo de costarle a nuestro héroe un serio disgusto. Cuando Godoy, el Ministro de Carlos IV, cayó en desgracia, se le requisaron todos sus bienes, y oh sorpresa, en una habitación secreta de su casa, se encontraron unas cuantas pinturas de temática erótica. Allá que fue la Santa Inquisición pues, ni que decir tiene, eso estaba totalmente prohibido, por considerarlas obscenas. Había obras de Tiziano, Velázquez y ambas majas, vestida y desnuda, entre otras. Se llamó a declarar a Goya que tuvo que explicar cómo se le había ocurrido hacer aquello. Se libró alegando que no podía negarse a un encargo de Godoy, en ese momento la persona con más poder, tras el Rey, en España, y sobre todo porque el propio Rey salió en defensa de su Pintor de Cámara. En cuanto a la modelo corrieron ríos de tinta, y hasta hace bien poco se aseguraba que era la duquesa de Alba. Guarda cierto parecido, es verdad, pero hoy ya se sabe que era Pepita Tudó, amante de Godoy, y que ambos cuadros formaban parte de un juego de resortes y poleas que alternaban su visión. Una especie de ahora te veo desnuda, ahora vestida... 


   
La condesa de Chinchón. 1800



La maja desnuda. Goya




La maja vestida. Goya



En los retratos de Goya destaca, en líneas generales, su atento estudio de las posturas y las expresiones, así como los contrastes de luces y sombras que realzan la figura del protagonista.

Hacia 1799, el pintor concluyó una de sus grandes series de grabados, “Los Caprichos”, aguafuertes donde critica de forma satírica los defectos humanos. En esta serie aparecen ya algunos personajes extraños y macabros que acabarán protagonizando obras posteriores del maestro.

  





Goya, vivió durante uno de los períodos más convulsos de la Historia: fue coetáneo del Antiguo Régimen, La Independencia de Estados Unidos, el estallido de la Revolución Francesa, el triunfo de Napoleón, el fracaso de Trafalgar, la Guerra de la Independencia, las Cortes de Cádiz, el auge del liberalismo y el regreso absolutista….., por lo que su obra (lienzos, dibujos y grabados) reflejan el convulso período histórico en que vive.

En 1808, la invasión de España por las tropas napoleónicas colocó al artista en una situación delicada, ya que mantuvo su puesto de pintor de corte con José Bonaparte. Pese a todo, en 1814 al final del conflicto hispano –francés, y a petición del Rey Fernando VII plasmó los horrores de la guerra de la Independencia en dos grandes cuadros: "El 2 de mayo de 1808" ( o “la lucha con los mamelucos) y "el 3 de Mayo de 1808 en Madrid" ( o “Los fusilamientos del 3 de mayo”) fusilamientos que tuvieron lugar en la montaña del Príncipe Pío de Madrid y que reflejan los dramáticos acontecimientos de aquellas fechas en Madrid. Ambas obras sientan un precedente tanto estético como temático para el cuadro de historia que no solo comenta sucesos próximos a la realidad que vive el artista, sino que alcanza un mensaje universal. 





El 2 de mayo de 1808. Goya.




El 3 de mayo de 1808. Goya.


Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808, obra más sobresaliente de Goya, muestran tal y como el propio Goya los vió, gracias a un catalejo, desde la ventana de su casa. Su criado, Isidro, llegó a relatar que el pintor y él mismo salieron de noche para ver la escena del fusilamiento y tomar apuntes sobre los cadáveres insepultos. La estructura de la dramática escena nos muestra al pelotón de verdugos franceses con sus rostros ocultos, apuntando con frialdad a un grupo de españoles que afrontan la inevitable muerte con distintas actitudes (desafío, resignación, horror, miedo…).Por primera vez en la pintura de narración histórica, el artista no exalta a los héroes sino a personajes anónimos que son víctimas de la violencia.

A estas dos obras deben unirse los sesenta y seis dibujos estampas de “Los desastres de la guerra “(1810-1814): dieron testimonio de las atrocidades cometidas por los dos bandos y acentuó visualmente la crueldad de la guerra como protesta contra ella lanzada a la posteridad desde la impotencia.

Los desastres de la guerra: lo mismo.

  
Los desastres de la guerra.

 Como tantos otros artistas, Goya amaba España y estaba convencido de que la influencia francesa sería buena para modernizar el país, sacándolo de la superstición y del atraso secular que padecía; pero todas las esperanzas se desvanecieron al comprobar que los soldados franceses que, supuestamente, representaban un modelo racionalista, positivo y avanzado de su sociedad, se comportaban en suelo español como vulgares ladrones, violadores, saqueadores y homicidas. Las aberrantes escenas que representó nos muestran cuerpos que aparecen mutilados, ahorcados, desmembrados, descuartizados, linchados o empalados en una lucha donde no hay héroes sino tan solo víctimas. Ha muerto la verdad y aquel sueño de la razón sólo ha producido monstruos.

El artista comenzó a grabar las escenas taurinas ("Tauromaquia") probablemente al mismo tiempo o incluso antes de haber concluido las estampas finales de los "Desastres de la guerra". Si aceptamos –de acuerdo con la historiografía clásica– que la "Tauromaquia"posee un carácter lúdico, cabría preguntarse cómo es posible que un individuo fuera capaz el desdoblamiento de sensibilidad tan acusado que exige la actitud crítica hacia la aniquilación del ser humano, por una parte, y, por otra, la presentación distante del paradigma de la fiesta. La respuesta a dicha pregunta resulta de gran importancia. De hecho, las imágenes de la "Tauromaquia" son mucho más complejas de lo que pudiera sospecharse a priori, hasta el punto de resultar lo suficientemente ambiguas como para haber provocado la duda sobre la posición de Goya acerca de las corridas de toros: era un amante de los toros o era una dura crítica a la brutalidad de España..... Numerosas cuestiones se encuentran aún sin resolver. Y voy a dejar esta cuestión abierta.


  




En 1812 muere su esposa, Josefa Bayeu.

Os contaré una anécdota. Goya, a petición de rey Fernando VII, pintó entre 1812-1814 un retrato al Duque de Wellington (general que comandaba la ayuda inglesa a España en la Guerra de la Independencia). Cuando el general lo vió terminado, le pidió que le hiciese algunos retoques a lo que Goya se negó y encolerizado cogió una espada y le atacó. No llegó a más, gracias a la intervención de los presentes.

Las medallas de dicho general, están pintadas con la desenvoltura típica de las últimas obras de Goya. Cuando se mira el cuadro desde la derecha se nota el espesor de la pintura. Se cree que Goya aplicaba el pigmento con cualquier cosa que tuviera a mano: brocha, esponja, dedos o incluso el mango de una cuchara. El rostro del Duque está pintado con gran precisión, aunque con la característica libertad, haciendo de este cuadro uno de los más refinados retratos del pintor.

  
El Duque de Wellington.1812-1814

Y siguiendo con nuestro maestro, en 1815, como he comentado antes, debe responder sobre “La maja desnuda” y “La maja vestida” incautadas entre los bienes de Godoy. Y aunque Fernando VII evitará que culmine el proceso incoado por la Inquisición contra el pintor, la relación entre el monarca y el artista no es muy fluida: ya sea por haber trabajado para José Bonaparte, o porque la Corte madrileña gusta de retratos detallistas y minuciosos que Goya no proporciona al utilizar una pincelada suelta y empastada, de forma que Goya fue sustituido, como pintor de corte, por el valenciano Vicente López. Y en 1815 se retiró de la vida pública.

En 1816 inició los aguafuertes de ”Los Disparates”, una serie de veintidós estampas, probablemente incompleta, que constituyen las de más difícil interpretación de las que realizó. Destacan en sus imágenes las visiones oníricas, la presencia de la violencia y el sexo, la puesta en solfa de las instituciones relacionadas con el Antiguo Régimen y, en general, la crítica del poder establecido. Pero más allá de estas connotaciones los grabados ofrecen un mundo imaginativo rico relacionado con la noche, el carnaval y lo grotesco.

  



En invierno de 1819 Goya cae gravemente enfermo y posteriormente retrata al médico que le atendió, el Dr. Arrieta. “Goya atendido por el doctor Arrieta “(1820) es un cuadro que refleja la grave enfermedad —quizá el tifus— que padeció desde noviembre de 1819 en la que fue atendido por el médico. Aqui me voy a extender pues, en mi opinión, lo merece. Goya aparece autorretratado enfermo y agonizante, sostenido por detrás por el doctor Arrieta que le da a beber alguna medicina. En un fondo oscuro aparecen al fondo a la izquierda unos rostros de mujer que la crítica ha identificado con la representación de Las Parcas.
    
Goya atendido por el doctor Arrieta.1820
  
En una cartela en la parte baja del cuadro figura un epígrafe, presumiblemente autógrafo, que reza: Goya agradecido, á su amigo Arrieta: por el acierto y esmero con que le salvo la vida en su aguda y / peligrosa enfermedad, padecida á fines del año 1819, a los setenta y tres de su edad.

El cuadro podría concebirse como una Piedad laica: en el lugar habitual de Jesús estaría un Goya moribundo, y el médico funcionaría como ángel protector. Al fondo aparecen unas mujeres que han sido interpretadas con las deidades del destino o Las Parcas, de las que pende, como de un hilo, la vida del protagonista.

Las facciones están tratadas con gran maestría. Goya se autorretrata con la boca ligeramente abierta, la mirada extraviada, en actitud casi de moribundo, falto de fuerza y de total consciencia. Con las manos se aferra febril a las ropas que lo cubren. El hábil manejo del color y la iluminación establece un contraste entre las carnaciones respectivas de Goya y su médico. El primero aparece con un aspecto pálido, debilitado; mientras que el doctor presenta un rostro saludable. También la bata del artista tiene un color blanco brillante, al igual que la sábana, lo que destaca el dramatismo de la escena y acerca el uso de la luz al magisterio de Rembrandt.

En la última etapa de su vida (1820), Goya se quedó sin amigos, su sordera fue en aumento, tuvo problemas con la inquisición y se volvió solitario y huraño, y como si todo eso fuera poco, cargaba ya con 74 años.

La enfermedad fue tan determinante en su vida, que muchos autores establecen la unión con supuestos trastornos que darían lugar a las “Pinturas Negras” 30 años después. Sin embargo, con frecuencia se olvida que en el período intermedio a los hechos expuestos, Goya pinta obras tan luminosas como las Majas o los frescos de San Antonio de la Florida.

Hay trayectorias que discurren progresivamente sin costes ni cambios bruscos y casi al margen de la vida personal de sus autores, como el caso de Joan Miró. Existen, también, las que se van reinventando constantemente como sucede en el caso excepcional de Picasso. Y hay otras que, en un momento dado, se parten en dos de una forma radical, irreconocible y trágica, como el caso de Goya.

André Malraux afirmó «la enfermedad de Goya significó la muerte de uno de los más encantadores pintores del siglo XVIII y el nacimiento de un artista que va a reflejar la angustia común de los hombres, la humillación, la pesadilla, la violencia y la prisión».

Goya inicia un periodo de aislamiento y amargura con sucesivas enfermedades que le obligarán a recluirse en la Quinta del Sordo (conocida por ese nombre ya antes de la adquisición por Goya en 1819) , finca en las afueras de Madrid y a orillas del río Manzanares en la que realizará su obra suprema: obra compuesta por 14 escenas cuyo nombre se ha popularizado con el título de “Pinturas Negras”, por el uso que en ellas se hizo de pigmentos oscuros y negros y por los sombríos de los temas. Pinturas al óleo sobre el muro seco con que decoró su casa de la Quinta del Sordo: catorce murales de gran tamaño sobre temas macabros y terroríficos.

En las “Pinturas Negras”, se recoge sus miedos, sus fantasmas, su locura. Los temas son siniestros, fantasmagóricos y sórdidos: brujería, aquelarres, violencia, personajes tenebrosos, etc. Los cuadros son de lo más expresivo que podemos encontrar, los temas muy originales, y la visión de todo ello, completamente pesimista. La España de su época (principios del siglo XIX) queda retratada en su vertiente más horrible y oscura.


   
La Romería de San Isidro. 1820-1823

Dos viejos comiendo. 1820-1823

El aquelarre, o El Gran Cabrón. 1820-1823

Duelo a garrotazos.1820-1823


Saturno devorando a un hijo. 1820-1823

En la Quinta le acompañaría su ama de llaves, Dª. Leocadia Zorrilla Weis, con quien tendrá, supuestamente, una hija, Rosario. De su matrimonio con Josefa Bayeu había nacido su heredero, Francisco Javier.

Y ahora comentaré los retratos a su nieto, Mariano Goya, nieto preferido del pintor. Le retrató hasta en tres ocasiones: en 1810, con cuatro años; en 1815, con nueve; y en 1827, con 21 años, siete meses antes de la muerte del artista. Probablemente sea el último de los retratos del artista, realizado en su último viaje a Madrid desde Burdeos, entre julio y septiembre de 1827.

      
Mariano Goya (1810), nieto del pintor

Mariano de Goya (1827), nieto del pintor.

Esta imagen de Mariano posee una cualidad etérea que suaviza los rasgos y sugerencias en el profundo amor de Goya por su nieto. Este retrato representa la transición entre la tradición y la modernidad: anticipa muchas de las características de la modernidad, como la calidad pictórica de las pinceladas, la técnica, la capacidad para representar la psicología del niño. Pintado cinco años antes del nacimiento de Édouard Manet (figura clave en la transición del realismo al impresionismo), por ello el cuadro se considera precedente del impresionismo. Aunque otros autores comentan que es "La Lechera de Burdeos " su obra final y realizada en Burdeos,  la que anticipa el Impresionismo. Nuevamente os dejo otro debate abierto.

    
La lechera de Burdeos.1827

De los tres retratos que el abuelo Goya hizo de su nieto ninguno se conserva en El Prado. El último retrato lo podemos ver en el Museo Meadows de Dallas. En el cuadro del Meadows se puede leer en su reverso: “Goya á su / nieto en 1827 / á/ los 81 de su / edad”. En 1823 y antes de partir para Burdeos, Goya lega la Quinta del Sordo a su nieto Mariano.

Uno de los rumores más recurrentes y graciosos hace referencia a la tacañería del artista. Era de tal calibre que se asegura que en los múltiples retratos que realizó en el ámbito privado, si el retratado quería que se le vieran las manos, debía pagar un suplemento. Por ello, si nos fijamos, no aparecen muchas manos en sus obras de encargo, a veces tras la espalda, a veces guardadas en chaquetas o enfundadas en guantes. Las malas lenguas decían que las cobraba aparte porque le resultaba dificultoso pintarlas. Bueno, no sé, el caso es que a Goya le gustaba el dinero, y sí, es verdad que no entregó algunas obras porque no le pagaban lo convenido, incluso a personas o instituciones que ya habían sido clientes suyos.

Goya está harto del absolutismo que impone Fernando VII en el país, así que en 1824 se traslada a Francia, en teoría a tomar las aguas al balneario de Plombières pero en la práctica a Burdeos, donde se concentraban todos sus amigos liberales exiliados, como Moratín, que dijo: “llegó Goya, sordo, viejo, torpe y débil y sin saber una palabra de francés y tan contento y tan deseoso de ver mundo”.

Goya fallece en Burdeos en la noche del 15 al 16 de abril de 1828, a la edad de 82 años. Sus restos mortales descansan desde 1919 bajo sus frescos de la madrileña ermita de San Antonio de la Florida, a pesar de que le falte la cabeza ya que parece ser que el propio artista la cedió a un médico para su estudio.

      
San Antonio de la Florida. Madrid.

Atesoró una buena cantidad de obras, hoy maestras, y probablemente dinero, pues no consta que pasara apuros en la última etapa de su vida en Burdeos. Llegó a Francia incluso con una pensión de ex-Pintor de Cámara. Lo que no sabía D. Francisco era, que al poco de su muerte, su hijo Javier vendió en subasta en un hotel parisino, todo su legado. A veces. es lo que tiene tanto ahorrar, pensando en los hijos.

Antes de que la Quinta del Sordo fuese demolida en 1909, las pinturas fueron arrancadas de la pared y trasladadas a lienzos, pero la técnica en aquella época no era muy avanzada y el responsable del trabajo destruyó partes, añadió otras y no fue realmente muy respetuoso con el original de Goya.

Goya estuvo a punto de morir por el saturnismo pero su enorme fuerza le sacó de las garras de la muerte, y aunque con secuelas físicas, Goya renació como nuevo artista y dejó para la posteridad lo mejor de su obra. El mejor Goya no es el Pintor de Cámara, ni el retratista de la Burguesía, es el Goya de las Pinturas Negras, que trabajaba con las tripas y el corazón y plasma los fantasmas que pueblan su cabeza, ese Goya admirado por las generaciones posteriores de pintores, que vieron en él a un Genio de los sentimientos más reales. Goya anticipa la pintura contemporánea y los variados movimientos de vanguardia que marcarían el siglo XX.

A Goya se le ha definido en ocasiones como “testigo de la historia” e incluso como “el primer reportero gráfico de la historia”. Totalmente de acuerdo.

Y hasta aquí mi post sobre Goya, deseando que lo hayáis disfrutado y os invito a participar, si lo deseáis.

Rabadán Pintora.






























































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